lunes, 18 de febrero de 2008

A MI VIEJO


Día tras día, con la llegada del ocaso,
mi alma se marchita,
las imágenes de tu partida vuelven
como fantasmas persistentes,
y debo levantar vuelo, hacia la infancia,
hacia tu imagen radiante, plena,
de mi papá protector, de mi papá invencible,
de una vida de entrega a sus hijos,
de una vida de viajes, campamentos vuelos, aventura,
con mamá y con mi hermano,
y quiero regresar, a esas tardes felices,
a orillas del Río Quinto, escuchando el correr del agua,
con vos, con mamá y mi hermano,
sentados junto a la carpa, escuchando la radio
del flamante Renault 12,
o nuestras exploraciones juntos, en las dunas
de Bahía San Blas, conmigo chillando por el calor
de las arenas negras que me quemaban los pies,
y vos tirando una lona para que me sentara
hasta que pudiera seguir, la pesca
y el almuerzo en esa tierra lejana, isla junto al mar,
o caminando por Las Grutas de vuelta de la playa,
o los días de felicidad en Viedma, mi hermano y yo,
con vos todos los días, y esas caminatas juntos
por el centro de la ciudad.
Los recorridos en avión por medio país,
y la rutina de la casa, y tu compañía,
y tu celebrar de mis logros
y tu aceptación de mi vida
que me dieron una felicidad invaluable,
y las últimas Fiestas juntos, donde puse lo mejor,
el mejor vino de Canale, patagónico como nuestra alma,
como nuestros mejores días,
por como fuiste, por como sos para mí,
viejo, en tu día, es este mi homenaje
de tu hijo mayor, que te quiere tanto...

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