lunes, 4 de febrero de 2008

EN EL CAMPO


De chico íbamos con mis viejos a la zona de campo, cerca de Rosario.
De allí vendrá mi amor al campo. El campo es para mí libertad
y aventuras, pero también tranquilidad y sosiego.
Así que cuando tuve la oportunidad comencé a irme a descansar
a las lagunas de la cuenca del Saladillo, en zonas campestres
muy poco exploradas, lindos lugares para pescar.
Luego más al norte cerca de Malabrigo.
En esos lugares se descansa,se camina, no se corre.
Así fue que el disponer de terrenos en pueblo Norte,
cerca de SantaFe, pero en el campo.
No teníamos lugar con Gustavo y la convivencia se iba haciendo mas
y más necesaria. Así que, con mayor razón, como no aprovecharlos?
Y así decidimos la construcción de un Quincho (que es una construcción local con estructura rústica de palos y techo de paja de la Isla). Como para pasar allí unos fogosos fines de semana, en lugar de estar haciendo camping o durmiendo en mi dormitorio, con el colchón del suelo que era el único que se usaba, y había que destender la ruidosa cama simple de mi pieza que nunca usábamos.
No era solo el no hacer ruido con el colchón, sino no poder gemir que es una forma de manifestar el placer para los dos.
Primero tuvimos que cercar el lugar, hacer la perforación para el bombeador de agua, luego comenzó construcción del quincho.
Dimos con un buen albañil. Y ya que estábamos se diseño también un pasillo y un baño. Así que rápidamente se construyeron las paredes del quincho, la plataforma, el piso, el pasillo y el baño.
En un avance armamos la carpa bajo el quincho para nuestros inconfesables propósitos y lo pasábamos de 10.
Personalmente (y porque no me gusta tirar el dinero) hice todas
las instalaciones del agua, de la luz y de los desagües.
Mis viejos donaron nuestra vieja pileta de fibra de vidrio que usábamos cuando éramos chicos. Pusimos tela metálica al quincho y cortinas plásticas que se suben y bajan según necesidad.
Sobre una mesita de luz llevé el tv blanco y negro.
Sobre un banco el calentador a gas.
En el baño una ducha brasileña que daba agua caliente al instante y que me derretía los cables, que eran tan solo una larga prolongación desde el pilar.Y me empecé a quedar.
Un día, luego dos, luego tres, me fui yendo de mi casa.
Ya tenía mi lugar, sin nada, pero mío.
Y eso que desde mi cama en Pueblo Alto tenía todo el confort de la época: control tv, control video, control equipo de música, teléfono.
En el quincho solo el colchón que doblaba.
Pero era mi lugar.
Y Gustavo, que JAMAS pensó que se iba a ir a vivir con un hombre,
fuera por celos o no se por qué, se vino conmigo, de a poco tb.
Y al placer de tenernos el uno para el otro se sumó el progreso. Se construyó el asador cubierto y el lavadero, que ofició de pieza.
El patiecito para la enredadera
Y luego la casa. Enorme! Con un salón de 6 X 6 metros que se prolonga en 3,5 X 4 metros, garage, dos habitaciones 4 X 4 y el baño entre ellas.
De un monoambiente en el quincho, con la cortina flameando por el viento helado del invierno, a una casa de primera.
Lo hicimos todo grande, porque nos gusta recibir a nuestros amigos.
Nuestra casa esta siempre llena de gente.
Somos buenos anfitriones.
Disfrutamos de todo el confort con nuestros amigos.
Nuestra política es disfrutar de todo lo que tenemos, no guardamos,
las cosas son para usarlas y la vida para vivirla.
La convivencia consolidó la pareja y la permanente creatividad eliminó la rutina. Esa es mi casa, conmigo en la compu y la cocina y con Gustavo en el jardín, sus manos son para las plantas una maravilla.

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