lunes, 25 de febrero de 2008

DOMINGO EXHAUSTO Y MOVIDO


A las dos de la tarde, luego de que los teléfonos se cansaran de aullar con las alarmas de despertador me digné darles bola.
Gustavo había armado a mis espaldas el corte de pastos en la casa de mi vieja. Yo no estaba muy convencido... la idea no me seducía, pero me sacó como rata por tirante.
Así que en plena siesta partí con la cortadora rumbo a Pueblo Alto, sin almorzar nada y con no muchas ganas. Hacía calor pero las nubes ayudaban.
Interrumpimos la siesta de mi vieja, que continuó pues andaba pesada (por las cosas que se come).
El corte no lleva mucho, no es grande el lugar. Pero mi vieja despertó y me indicó que había que sacar unas colas de zorro que desbordaban su cantero y podar el laurel de jardín cuyas ramas se caen sobre el jazmín del Paraguay.
Yo pasaba el rastrillo para sacar las piedras que tiran los chicos mientras Gustavo pasaba la máquina.
Luego me fui de poda.
Estaba en eso cuando aparecen dos nenitos en bici (de 3 ó 4 años)
Me preguntaron por qué cortaba el árbol. Les expliqué que cortaba las ramas que molestaban al jazmín. Luego vieron que del fruto salía leche.
Les aclaré inmediatamente que no era leche, que esa leche era mala y que no se les ocurriera tomarla.
En eso uno me dice que yo olía como el papá. ¡!!!!!!???????
¿Qué yo qué? Pregunté asombrado de estar siendo olido.
Sí, mi papá huele como usted cuando se va de viaje. Me contestó muy orondo.
¡Ah, sí! – me reí yo – ¡Es perfume que uno se pone!
Me reía de las cosas que se les ocurren a los pibitos, son únicos.
Estaba acomodando el ramaje cuando dos de los vecinos de arriba, uno de ocho y otro de quince al menos, se pusieron a patear, justo contra la pared del dormitorio de mi vieja.
Así que con la mejor onda, mientras llevaba unas ramas les dije riendo que mejor que no patearan allí porque mi vieja los iba a sacar carpiendo.
Asintieron y siguieron jugando ya sin peligro. Yo siempre logro buena convivencia, mi vieja es más partidaria de los gruñidos.
En la parte trasera, que en realidad es una especie de plaza, Gustavo descubrió tres bulones amurados en el piso, escondidos por los pastos. ¡Un verdadero peligro para los chicos! Así que mañana voy a decirle a la Administración: o ponen otro farol ahí o sacan los bulones!!!
Mientras llevaba ramas y hojas adonde las lleva el camión otro hermanito más chico de los vecinos (al cual le habían dibujado con fibrón unos bigotes de gato) subía a los árboles y jugaba con las ramas, como cuando yo era chico, cosa que señalé a mi vieja ( a ver si se pone mas tolerante), y a Gustavo que me había puesto las quejas porque los nenitos traficaban arena desde el arenero a los bancos (le dije que yo a esa edad hacía exactamente los mismo!).
Luego de tomar unos mates y mientras Gustavo envolvía los regalos que había traído para sus sobrinos de Rosario, yo con mi vieja traficaba calamares con verduras para mi cena.
De allí fuimos a la casa de la mamá de Gustavo, donde sus sobrinos me dejaron la cabeza como rulo de tambor mientras él cortaba el césped.
Volví a casa más muerto que vivo, por suerte tenía mis calamares, je, je.

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