viernes, 8 de febrero de 2008

DARIO Y JULIAN

Ayer al mediodía, luego de visitar por unos trámites la Legislatura de la Provincia de Santa Fe, quedé al pedo en el centro. Así que llamé a Darío, que estaba solo, así que me invitó a ir a su flamante casa del norte de la ciudad. Sin dudarlo partí, previo paso por mi confitería favorita en donde compré gaseosa diet y cuatro empanadas.
Pero antes de postear la charla es necesario evocar como se dieron las cosas, que nos constituyeron en dos parejas paralelas.
A Darío lo había conocido a través de dos amigos míos y habíamos tenido un trato ocasional, sin nada sexual. Conforme el grupo se organizaba, la joda y el levante nos fue acercando, tanto que en un momento yo estaba en el grupo en que estaba Dario y en otro grupo de locas (chicos gays) exclusivas.
Alla por el año 97 yo ya había llegado al cénit de la juerga. Fue allí que Gustavo, luego de descubrir que yo me la pasaba de joda en joda, puso el freno y decidió iniciar a socializar con mis amigos.
Ergo tenía que llevarlo a conocer a mis amigos.
Las locas por cierto querían conocerlo, estaban recontra intrigadas.
Así que para matarles el punto de entrada les dije que Gustavo era re feo (cosa que no es cierta, pero les maté el punto).
Así que decidimos juntarnos a ver el Crucero de las Locas, una malísima versión americana de la Jaula de las Locas, cuya versión francesa es inimitable.
Darío alquilaba por aquella época un departamento de alto junto a una avenida que se internaba hacia los suburbios.
Ni bien subimos las escaleras nos encontramos a Darío con un casco vibrador que usaba para prevenir la calvicie, que se sacudía mientras leía un libro.
Gustavo me miró con cara de “Dios mío, adónde me has traído!” pero saludamos y nos sentamos. De pronto comenzaron a caer, una tras otra las locas. Presentación va, presentación viene, y Gustavo que no quería besos, saludaba con la mano. Sin lugar a dudas no estaba a gusto (Quizá porque pensaba que yo había tenido relaciones con todos los que estaban allí, lo cual era mentira, solo había un amante ocasional allí).
La película discurría, como mala copia que era, cuando Maki, uno de los asistentes salió y entró alarmado informando que estábamos rodeados de policías!!!!
Efectivamente, bastaba con mirar por la puerta que daba al patio- terraza para ver el resplandor de las luces azules.
Así que superado el temor inicial bajamos a la calle a ver qué ocurría.
Un vecino había denunciado que había visto que estaban robando, y efectivamente: Maki había atado la bicicleta en la cual había venido al caño del basurero, habían arrancado el basurero y llevado la bicicleta, y mi auto, en esa época el Renault 12 que vivía en restauración fallida, y al cual no le funcionaba la cerradura, le faltaba mi estéreo, un estéreo de tanta calidad que con parlantes incluidos me había costado $ 30 y que cuando se calentaba se le iban las sintonías de fm.
Como la policía tenía a dos morochos (que no tenían ni el estereo ni la bici) nos pidieron que hiciéramos la denuncia. Con lo cual partimos Maki y yo a la seccional, trámite que nos llevó más de una hora, durante el cual denunciamos pero aclaramos que nosotros no habíamos visto a los ladrones.
Cuando volví Gustavo hervía de furia, yo creía por el horario. (En realidad suponía que yo había hecho una pausa con el Maki para tener sexo por ahí, y tiene un sexto sentido, porque justamente era con el Maki con quien yo había tenido relaciones, je, je).
Así terminó la presentación de Gustavo a la banda...

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