viernes, 18 de abril de 2008

FELICES CHICOS FASCISTAS


Durante el periodo referido obvio que la faz sexual quedó para mí en un segundo plano. Aprendí a matarla con otras cosas.
La guerra era para nosotros una experiencia única.
Presos de un rabioso sentimiento nacionalista cantábamos las marchas patrióticas mientras marchábamos en los actos escolares, que se multiplicaban.
La guerra nos había unido, éramos los mejores del mundo, liderados por el férreo presidente Galtieri. Estábamos 100% con la causa, que era justa en verdad, y a la vez un 100% con el Gobierno.
Pero no nos quedamos en eso.
Las chicas de mi curso y de los otros tejían pulóveres con lana verde oliva, que se había agotado, pero que conseguimos, nosotros comprábamos chocolates para enviar al frente.
La radio apareció en las aulas, para escuchar los comunicados del Estado Mayor Conjunto.
En realidad parecía un festejo, y en cierto modo lo era para quienes estábamos lejos de la zona en conflicto.
Entre medio vino el mundial de fútbol, donde desempeñamos un triste papel. Y ahí si noté que algo no calzaba. Medio país con el mundial mientras estábamos en guerra.
Pero no era momento de divisiones.
La Fuerza Aérea se lució. De manera profesional atacó a los barcos enemigos y les produjo tal cantidad de desastres que de haber contado con más recursos no sé como quedaban las cosas.
Se hicieron campañas de fondos, mi tio donó una medalla de oro de la familia.
Los soldados hicieron lo que pudieron. Luego de estar durante la Colimba limpiando baños y lamiendo las botas de los superiores y enviados luego a la guerra sin instrucción.
Y la cosa empezó a ir mal.
En toda guerra hay avances y retrocesos. Pero nuestro ejército estaba preparado para matar a ciudadanos desarmados, no para enfrentar a otro ejército. Así que el retroceso fue final.
La propaganda duró hasta la rendición.
Y en ese momento estalló en mil pedazos para mi generación esa sensación de orden que nos había tenido trabajando como felices jóvenes fascistas.
El orden y la autoridad quedaron desacreditados y se apoderó de nosotros una profunda sed de rebelión.
La batalla de las Malvinas dejó una herida abierta en mí que tardé muchos años en superar. Diez años después pude leer con cierto criterio un libro al respecto. Me puede más el dolor que siento por semejante aventura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

uff q bajon esa epoca, yo era mas chiquito, pero me acuerdo de las colectas..
Espero con ansias los siguientes post, hasta ahora viene interesante...
saludos pablo.
(si te cruzo algun dia, te voy a saludar. Te voy a decir, hola sos pablo el del blog?)