jueves, 31 de julio de 2008

HISTORIAS MEMORABLES: KEIRIN 2


Al día siguiente estaba todo listo. Yo re producido para el mediodía. Y si. Allí estaba él, con la carpeta. Eso me preocupó un poco.
Yo: ¿Vos vas a clase de tarde?
Kei: ¡Sí, pero no te hagas problema, tengo para faltar!
Bueno, dije para mis adentros y comenzamos a andar. Le pregunté que rol le gustaba más en la cama: me dijo que le gustaba chuparla y que se la pongan.
Como era re varoncito no me hubiera sospechado esa respuesta, el hecho de que un vago, con buena pinta de vago, varonil, resulte que quiere hacer de pasivo es uno de los elementos que más me excita. De hecho yo hervía. Ya no me quedaba ninguna duda, lo llevaría a un hotelito, así en la cama nos desenvolveríamos mejor.
Mientras le pregunte como era la familia, una familia normal con dos hermanas. Yo no podía dejar de mirarlo: estaba re lindo, con su jean a la moda tiro bajo, una remera en tonos de blanco, no veía la hora de llegar.
Entramos al hotelito riéndonos ya que le comentaba que el conserje lo único que le preocupa es cobrar, tanto que lo hace por adelantado. Pasamos a la habitación donde encendí el ventilador de techo.
Me fui sobre él y comencé a besarlo, y noté cierta sorpresa, pero a la vez sentí que él también estaba excitado.
Nuestras respiraciones eran un jadeo, agitadas, deseosas, mientras mi lengua ávida recorría esa boca nueva.
Y nos fuimos quitando la ropa, el llevaba boxer, yo slip. Los dos estábamos re duros, pero él metió la mano bajo mi slip y extrayendo mi pene duro como la roca no vaciló en prenderse. Yo gemí de placer mientras el me peteaba con esa velocidad propia de la inexperiencia. Acaricié sus cabellos y le impuse un ritmo mas pausado, que llevó mi excitación a cotas inimaginables.
Comencé a bajar mis manos para acariciar esa colita delgada, su físico, flaco, me seducía. El comprendió la intención y se recostó boca abajo permitiéndome libertad. Yo besé su nuca, su espalda, sus nalgas, las acariciaba, metía las manos entre ellas. Le baje el boxer y quedé ante el espectacular panorama de las nalguitas blancas.
No podía ni quería esperar más. Ensalivé su estrecho orificio, ensalivé mi pene duro, le besé la nuca y comencé el vaivén, entrando y saliendo del orificio, hasta que superado el esfínter le la mandé hasta las bolas, mientras lo tomaba con fuerza para que no zafara y le besaba la nuca y el cuello.
Gimió y se sacudió pero mis caricias lo mantuvieron en posición y se aflojó. Comencé a moverla lentamente dentro de ese tenso y hermoso conducto.
Le alcé un poco las caderas para acariciar su pene también rígido, pero como que quiso ocultarlo apoyándose de nuevo contra la cama. Yo no iba a discutir, fascinado me ví en el espejo, poseyendo a ese muchacho delgado, perfecto, hervía de excitación, lo tomé de la mano, lo besé y en cinco movimientos no pude contenerme.
Hice clímax como hacía años que no me pasaba y a la quinta penetración eyaculé litros de esperma hirviente en ese culito divino.
Fue ir al cielo y caí sudoroso y trémulo sobre la espalda del Keirin, sin dejar de acariciar y besar a ese muchacho que ya tenía dentro toda la carga de mi ser.

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