lunes, 12 de mayo de 2008

JIREY


No se puede tapar el sol con la mano, es uno de los dichos mas ciertos para los que estamos en esta historia.
Y así pasó con Jirey, el hermano de Gustavo, mi pareja.
Pero para entenderlos mejor, si eso fuera posible, voy a plantear la historia en paralelos:
Gustavo, mi pareja, no es un chico lindo (no es feo tampoco). Es muy sufrido, debió trabajar de chico y ocupar el puesto de un padre con problemas con el alcohol, que falleció cuando yo ya llevaba dos años de relación con Gustavo, quien no me avisó y me enteré al fin de semana siguiente (con lo cual se pueden hacer una idea del tipo de mentalidad que tiene).
Para quienes vivimos la infancia feliz, se nos hace difícil de entender que en esa época hay chicos como nosotros trabajando.
Pues ese fue el caso de mi Gustavo.
A medida que nos alejamos de la capital de la provincia hacia el norte la educación y las costumbres se vuelven más conservadoras. Es una buena educación pero muy rígida, al tipo de la que tuvieron mis abuelos.
Ese es el tipo de crianza y mentalidad de Gustavo.
Sacrificada su infancia continuó en la adolescencia y juventud con un trabajo opresivo en una industria, siempre con el peso de la familia sobre las espaldas.
Tardé cinco años de relación de pareja en lograr que socializara con mis amigos y comenzáramos a hacer una vida de pareja normal gay.
Ocho años después de iniciar nuestra relación accedió a vivir conmigo.
Jirey siendo menor la tuvo más sencilla. No tuvo necesidad imperiosa, siempre trabajó de forma casual para él, para su ropa, sus cosas y sus salidas, es mucho más lindo que Gustavo, gozando de todo el tiempo del mundo que Gustavo no tenía.
Por contraste debió soportar el acre carácter de Gustavo, devenido en padre.
Tal el panorama cuando yo los conocí. Gustavo estaba con una jornada de trabajo de las siete de la mañana continuada hasta las siete de la tarde.
Como Jirey no hacía absolutamente nada cuando lo conocí Gustavo le montó un negocio, Jirey le puso ganas y prosperó.

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